martes, 30 de octubre de 2007

LA POLITICA CODESAL

*Por Horacio Minotti

El argentino tiene una tendencia (y obviamente no me excluyo) un poco ridícula y un poco deprimente, y es la tendencia a buscar “el penal de Codesal”. El árbitro mexicano que dirigió la final del mundial ’90 entre Argentina y Alemania pasó a la historia por un supuesto penal mal cobrado que definió ese mundial a favor de los teutones. Poco importó que nos comieramos un baile infernal con Brasil en octavos de final, y que clasificasemos por penales lastimosamente y sin merecerlo en cuatros y semis, además de haber aguantado la final hasta el bendito penal, ni que jugaran “el galgo” Dezzotti, Néstor Lorenzo o Maradona en silla de ruedas. Perdimos el mundial por el penal de Codesal y somos “campeones morales”.
En política es lo mismo. Elisa Carrió no entendió que su base electoral no existe, que depende del voto porteño que consagró a Mauricio Macri hace tres meses, hoy la votó a ella, y dentro de un año puede erigir funcionario al Pato Donald o a Osama Bin Laden con la misma facilidad y volatilidad; que no logra superar la frontera de los centros urbanos o en los lugares mas humildes; y que en definitiva y en caso de poder mantener su caudal, apenas vino a reemplazar el clásico 22% de clase media que acompañó cincuenta años al radicalismo de Ricardo Balbín.
Para Carrió, ella perdió por el fraude. Mirá vos, fabuloso fraude este que hizo que perdiera por tan solo 23 puntos frente a la candidata oficialista. Evidentemente la culpa la tiene el fraude y no su incapacidad para construír poder, su imposibilidad de convencer a la gente de escasos recursos de poder representarlos, su transformación de progresista en conservadora, el cambio de la denuncia por los pocos convincentes planes de gobierno; ni tampoco sus limitados recursos para convencer al votante peronista de que no es gorila.
La culpa es del fraude. Lopez Muprhy también denunció el fraude, lo cual seguramente le provocó la diferencia de 45 puntos que le saco Cristina Fernandez. ¿No será hora de parar de llorar, y empezar a construír?. El contrato social, explicado por Rousseau, establece que la democracia es el gobierno de la mayoría, pero terminada la selección del candidato, los no ganadores se pliegan al triunfador para mantener una homogénea unanimidad indispensable. Bajo esta premisa, los opositores deberían acompañar al gobierno, sin dejar de señalar lo mal hecho o aquello que falta hacer, pero con una búsqueda de construcción que le permita crecer a la sociedad hasta la próxima elección.
Pero no, Carrió grita fraude. Y por las dudas para rematarla, avisa que este gobierno arranca con un vicio de legitimidad porque tuvo “un setenta por ciento de rechazo en las clases medias y bajas”, y se escucho repetir por ahí a un par de zánganos de los que nunca faltan que “en definitiva hubo un 55% que voto en contra”. ¿No se podrá para un poquito de conspirar? Digo para poder crecer como sociedad. Si se toma en cuanta el último razonamiento, el único gobierno válido del ’83 a esta parte es el de Raúl Alfonsín, dado que fue el único que supero el 50% de los votos. Pero esto no es así, no podemos basarnos en la payasada en forma sistemática porque así no se crece. Y la lectura de Carrió es la clásica y errónea lectura gorila. El kirchnerismo no tiene rechazo en la clase alta. Es el típico movimiento de origen peronista con penetración en las clases mas bajas e influencia en la mas altas, sin ascendencia sobre la clase media.
Néstor Kirchner entendió esto, y por eso sumo a los radicales. Porque quiere, como dijo, construír un movimiento superador del peronismo, y para ello debe incorporar a la clase social que le falta y que le pueden aportar los radicales, la clase media. No es un análisis difícil, y puede permitir corregir errores, pero es más fácil denunciar fraude, una pena.

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