domingo, 14 de octubre de 2007

CONSULTOCRACIA MASIVA

*Por Horacio Minotti

Acaso el secreto de una buena campaña electoral sea solidificar y difundir los rasgos positivos de un candidato, y minimizar o disimular aquellos negativos o nocivos en su impacto público. Descubrir que necesitan los electores y tratar de conseguir que el candidato lo transmita es el objetivo básico de cualquier estratega de campaña, que su vez sabrá obtener tales objetivos, desde la persona que le toca asesorar. Si Dick Morris pretendiese que todos sus clientes fuesen Bill Clinton, no se cansaría de fracasar. Otro secreto básico se encuentra en mantener la base electoral elemental del candidato, y partir desde allí a la búsqueda de otros votantes. Por caso y para seguir con ejemplos norteamericanos, si Ross Perrot hubiese intentado atrapar los votos de la izquierda del Partido Demócrata, seguramente no lo habría obtenido y habría perdido su propia base de votantes.
En esta campaña electoral en Argentina pocos han entendido estas dos premisas básicas. Esta claro que el oficialismo kirchnerista, aunque mas no sea intuitivamente, ha mantenido estos cánones. La candidata Cristina Fernández se ha avenido a hablar de seguridad esporádicamente, se ha hecho presente en diversos actos públicos aún cuando las aglomeraciones no son de su gusto y ha moderado algunos gestos del discurso que resultan disvaliosos respecto de su imagen pública. Incluso ha estrechado lazos internacionales con países y sectores con los que su marido tenía mala relación, y se aproxima hacia algunos cambios de políticas respecto, por ejemplo, de las privatizadas.
Pero poco cambio de Cristina Fernandez en realidad. Nadie puede decir que sus fundamentos doctrinarios son otros, que su forma de hacer política es diferente, o que “esta es otra Cristina” por ningún motivo. Podrá ser porque su personalidad es inmutable y los consultores de imagen apuntarán que “podría mejorar si cambiase varias cosas”, pero lo cierto es que la candidata esta consolidada, y mas o menos en la suya.
El problema surge mas abajo. Elisa Carrió asoma hoy como la candidata mas firme al segundo lugar, y en esa calidad subiría a un ballotage con Cristina en caso de que esta sorpresivamente no alcance el 40% de los votos. Sin embargo Carrió parece haber alcanzado un techo. No crece más, y en algún punto parece empezar un lento descenso respecto de su inmediato perseguidor Roberto Lavagna. ¿Pudo crecer mas Carrió?. ¿Tal vez alcanzar el treinta y pico por ciento que José “Pilo” Bordón cosecho en 1995 que demostró la capacidad electoral del progresismo no oficialista en la Argentina?. Pudo, si que pudo. Pero Carrió experimento un extraño cambio de personalidad, mutación que se acentuó profundamente a medida que se iba acercando la fecha electoral.
La blonda ex radical dejó de hacer denuncias, dejó de apuntarle con fuerza al gobierno, y comenzó a mostrar planes de gestión, que resultan un poco increíbles y otro poco superficiales, sin mencionar lo sobreactuados. Carrió cambio su personalidad para la elección, cambio su esencia. Los votantes de Lilita quieren denuncias, es aquello de lo que gustan, lo que disfrutan, con lo que alcanzan su éxtasis. ¿Alguno de ellos votará a Carrió por su capacidad de gestión?. Creo que nadie la vota por eso. Quienes tienen en cuenta la capacidad administradora del candidato al momento de votar, nunca lo harían por Elisa.
¿Capturaría votos pro-gestión Carrió cambiando su perfil? No, lo único que podría conseguir es perder votos propios. Si Carrió no es Carrió, ¿Por qué votar a Carrió?.
Algo similar ocurre con Lavagna. Si bien el economista fue mas fiel a sus principios ideológicos y de conducta política, desde hace unas semanas trata de ser simpático. Alvaro Alsogaray creo un partido político que fue una pujante tercera fuerza en una Argentina bipartidista, y funcionó durante largo tiempo como árbitro indispensable de la política local. Pero Alsogaray no era simpático. Ni se hacía el simpático, ni hubiese obtenido mas votos por serlo. Y Lavagna no es simpático, no hace gracia. Aparecer con una papa en la mano y un cartel amarillo colgado del pecho, no lo hace mas agradable, lo envía directamente el ridículo sin escalas.
Fortalecer la campaña de Carrió hubiese sido encontrar un hecho muy significativo para denunciar, subirse a ello y transformarlo en el único tema de campaña. Seguramente sin estridencias innecesarias y sin insultarse con el Ministro del Interior (como gusta hacerlo Lilita), pero instalándole al gobierno el tema de campaña y llevándolo a debatir donde menos sabe, donde Carrió mejor se mueve y donde esta plena.
Fortalecer la campaña de Lavagna, pasaba por darle una candidatura única con un peronista primero y un radical segundo para gobernador en la provincia de Buenos Aires, rescatar los logros económicos del gobierno de Eduardo Duhalde que lo tuvo como protagonista, pronosticar alguna que otra desgracia “si seguimos por este rumbo”, y básicamente mostrar equipos de trabajos con líderes reconocidos, sólidos y progresistas moderadísimos, todos con la misma impronta seria y dedicada de Lavagna, al fin su mejor faceta y aquella por la que habría gente que lo votaría.
En síntesis, los estrategas de campaña, debieran ser un poco mas profesionales, y comprender que las personas no deben adaptarse a sus planes y estrategias, sino al contrario, sus estrategias y planes a la personalidad de quienes asesoran. Un candidato no se inventa, se moldea y se trabaja sobre sus propias bases. Demasiados consultores hacen que cueste distinguir a los capaces entre el montón. Como en todos los casos, la masividad hace perder calidad.

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