jueves, 30 de agosto de 2007

LA MONOVIRTUD

*Por Horacio Minotti

No es poco para estos tiempos de desorden, confusión, vacilación, caos, donde los políticos se alían hoy, se distancian mañana, Elisa Carrió, con Jorge Telerman, con Ricardo Lopez Murphy, con Patricia Bullrich; el bulldog con Mauricio Macri, con Lilita y Margarita Stolbizer, con Jorge Asís; pero el escritor con Jorge Sobisch, y con Juan Carlos Blumberg, que un día antes había estado con Roberto Lavagna, y antes con Alberto Rodríguez Saa; que ya había estado con Sobisch y con Ramón Puerta, que ahora quiere aliarse con Lavagna. Y los radicales, los K, los puros, los L, los T, y los C.
El oficialismo con listas colectoras, de radicales, socialistas, y con Aldo Rico apoyando en San Miguel, y Larry de Clay en Escobar, con Juan Carlos Romero en Salta, el gallego De la Sota en Córdoba, Hugo Moyano, Luis D’Elía, Emilio Pérsico, Dante Dovena, Ricardo Ivoskus, Estela de Carlotto y Jose María Díaz Bancalari.
Guillermo Montenegro, el juez que demora la causa Skanska y que entregó al magistrado federal santacruceño el expediente de los 500 millones de dólares que Néstor Kirchner sacó al exterior cuando era gobernador de la provincia, ahora será ministro de Macri. No solo salta de la justicia a la política, lo que desnuda que su objetivo y su vocación no eran interpretar el derecho, sino que además deja claro otra vez el acuerdo Kirchner-Macri, que implicaba que el presidente de Boca no compitiera en estas elecciones nacionales para no perjudicar al kirchnerismo, y que el gobierno nacional le daría la policía y otros beneficios que le permitiesen recaudar en la Ciudad de Buenos Aires.
Carlos Stornelli, el fiscal que encarceló a Carlos Menem, cuando este era íntimo amigo de Daniel Scioli, y que ahora presionaba al gobierno con la causa Skanska, pero que a la vez llamaba a los ministros del Ejecutivo para avisarles que pasos iba a seguir, será ministro de seguridad de…Scioli.
¿Se entendió algo?
En medio de todo esto Roberto Lavagna. Con una premisa: quien acuerda con su programa de gobierno bienvenido, siempre y cuando haya una historia mas o menos común y un pacto mas o menos acordado sobre el futuro. En breve síntesis, coherencia. Ni mas ni menos. Extraordinariamente mucho en estos locos tiempos políticos, donde parece ser que la dirigencia argentina perdió las formas, los frenos inhibitorios, la vergüenza. Uno ya tiene la impresión de que siempre se manejaron igual y que por decoro, se molestaban en engañar a la población enmascarando las cosas. Ahora ya ni eso les importa. Han descubierto que a la gente nada le hace mella y los votan igual, y hacen y deshacen sus chanchullos a plena luz del día, sin timidez y ante la mirada asombrosamente indiferente de una sociedad anestesiada.
Coherencia: poca cosa en tiempos de normalidad, mas que una virtud, un requisito sine qua non para hacer política y obtener votos.
Preciada virtud en estos días.
Solo con eso Lavagna se posicionó como único polo opositor al gobierno, va a salir segundo en las próximas elecciones, y si alguna desgracia política impensanda pone a Cristina Fernandez de Kirchner con menos de 40% de los votos el 28 de octubre, puede subir a un ballotage que lo catapulte a la presidencia. Unicamente con coherencia.
Lavagna no tiene carisma, es autor de la mayoría de las políticas económicas de este gobierno; sus candidatos en el distrito mas importante del país, la provincia de Buenos Aires, no miden mas de cinco puntos cada uno ni por casualidad, habla como un técnico y no como un político, tiene menos conocimiento público que Kirchner, que Macri que Carrio que Lopez Murphy, no tiene cerca un monje negro que entienda de política y le permita tejer acuerdos tras bambalinas, no conoce el país, etc., etc., etc. Pero es coherente.
Que menor, que limitado, que simple y que imprescindible, como para tener por donde empezar.

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