miércoles, 9 de abril de 2008

LA INMUNIDAD DE ABELARDO II O EL REGRESO DEL TORTURADOR ELECTO


*Por Horacio Minotti
No puedo comenzar sin aclarar que Luis Abelardo Patti me parece un ser deleznable. No se si hizo las cosas que le achacan, porque no tengo pruebas de ello y la justicia no se ha expedido, pero si siento que es capaz de todo eso y de mucho mas. De asesinar, de torturar, de desaparecer gente. Es una convicción personal, solo eso. Hasta cara tiene, y perdoneseme el lombrosianismo, de hijo de mil putas.
Pero entendamos esto: el tipo fue electo diputado. Por desprevenidos, por incautos o por otros 400 mil hijos de puta que habitan en la Provincia de Buenos Aires (tómese como ironía). Pero esto es así, es el sistema representativo que contempla a las minorías, es constitucional, es lo que tenemos, por lo que luchamos, y por lo que tantos dieron sus vidas.
En una democracia representativa como la nuestra, el momento mas sagrado de soberania popular es la elección de los representantes. Son restringidísimos luego, los ámbitos de participación democrática de los cuidadanos. "El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes", dice, clarito, la Carta Magna.
Así las cosas, la vulneracion de esa soberania popular debe estar ultra, super, recontra, acotada, porque sino le quitamos al ciudadano lo poco que tiene como ámbito de participación. Parece acertada la decisión de la Corte de retacear a la sociedad política, la posibilidad de rechazar per se un acto del pueblo en el ejercicio de su soberanía.
Y aún mas alla de eso. Acertada o no, es una decisión de la cabeza de uno de los tres poderes del Estado, poderes que no tienen diferencia jerárquica entre ellos, poderes que, por el contrario, la Constitución equilibra en un magistral juego de pesos y contrapesos. No hay uno sobre otro. Y en ese juego de límites, el Poder Judicial es quien debe determinar la legalidad de los actos de los otros dos.
Ahora, si el poder legislativo decide desconocer una decisión de la Corte Suprema, no solo nos enfrentamos a un conflicto de poderes, lo cual podria sonar a una grandilocuencia vacua, sino que estaríamos terminando de destruír la institucionalidad, ya claramente dañada. Si se desobedece la orden de la Corte, si se la ignora, el Poder Judicial deja de tener sentido, deviene abstracto, no su fallo, la Corte en si misma pasa a ser virtual, y eso es el fin de la República, en tanto la división en tres poderes, es requisito sine qua non, para que un sistema sea republicano, y esa es la forma de gobierno elegida: "republicana, representativa y federal" dice la Ley Fundamental.
Por fin, vale la pena decir que, de los cuatro jueces que votaron a favor de los derechos de Patti para asumir su banca, tres han sido elegidos por este gobierno, y han mostrado una indubitable independencia, ratificada con este fallo. A Eugenio Zaffaroni, Carmen Argibay y Ricardo Lorenzetti, nadie la puede achacar simpatía por los represores. El cuarto voto, no solo es tan moralmente valioso como los anteriores, sino que fue emitido por el mas grande especialista en derecho político que haya dado este pais: Carlos Fayt. Los que votaron en contra tienen menos pergaminos: Enrique Petracci se alió con todos los gobiernos de turno, Juan Carlos Maqueda no tiene antecedentes jurídicos, viene de la política, era Senador y llegó de la mano de Eduardo Duhalde. Elena Higthon de Nolasco se destaca por su obediencia a poder político.
Valoremos los riesgos, no sea cosa que Patti, nos termine sacando mas de lo que nos sacó con sus torturas y sus apologías del delito, a ver si todavía, sin darse cuenta y por culpa nuestra, termina siendo el tiro de gracia a una institucionalidad agonizante.

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