martes, 11 de septiembre de 2007

AUSENCIA DE ESTADO Y DEVENIR SOCIOLOGICO (SEGUNDA PARTE)

* Por Horacio Minotti

ANOMIA SOCIAL
En ciencias sociales, la anomia, es la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo que les sería necesario para lograr las metas de la sociedad. Debe tenerse en cuenta que no se habla de violación del derecho, puesto ya se ingresa allí en el terreno del delito. La anomia genera un colapso de gobernabilidad por no poder controlar esta emergente situación de alienación experimentada por un individuo o una subcultura, hecho que provoca una situación desorganizada que resulta en un comportamiento no social.
El término fue introducido por Émile Durkheim (La división del trabajo social y El suicidio) y Robert K. Merton (Teoría social y estructura social). La anomia es en este caso una disociación entre los objetivos culturales y el acceso de ciertos sectores a los medios necesarios. La relación entre los medios y los fines se debilitan. La anomia implica la falta de normas que puedan orientar el comportamiento de los individuos.
Todo ello se produce en los países de Democracias Tardías, y especialmente en esta parte del mundo, donde existe un acceso sencillo a las aspiraciones del mundo desarrollado, pero un acceso mas que dificultoso al cumplimiento de esas metas.
IDENTIDAD
De acuerdo al sociólogo Manuel Castells la identidad se construye desde tres lugares diferentes en las sociedades actuales. La identidad proyecto, es aquella que se genera mediante la comunidad de intereses, es decir la mayoría de los individuos tienen metas similares y elaboran su proceso identitario en virtud de esos proyectos comunes. La identidad legitimadora, introducida por las instituciones dominantes de la sociedad para extender y racionalizar su dominación frente a los actores sociales; y la identidad de resistencia generada por los sectores sociales marginados cuya única forma de construcción de identidad es la comunidad en la búsqueda de la supervivencia, generada por aquellos actores que se encuentran en condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica de la dominación, por lo que construyen trincheras de resistencia.
Esta última forma de construcción de la identidad es la que predomina en los países de democracia tardía como los de América Latina. Esa resistencia, combinada con el proceso anómico, a lo que se le suma el abandono por parte del Estado del monopolio del uso de la fuerza delegado por los mismos individuos genera diversas reacciones aisladas de los individuos en cada sociedad, que pueden tener diversas aristas y que corresponde abordar por separado.
LA ARGENTINA
La situación supra descripta desde la teoría es de plena vigencia en la Argentina, especialmente en los espacios urbanos y mas precisamente en los suburbios de las grandes urbes. El Estado se ha retirado de ciertos sectores territoriales, sea por causas políticas, económico-financieras o ideológicas, el poder estatal relacionado con el monopolio del uso de la fuerza no existe por ejemplo, en buena parte del conurbano bonaerense, donde otros actores sociales, la mayor parte relacionados con la delincuencia ejercen ese monopolio y por ende el poder estatal de hecho.
Son los mismos sectores sociales donde impera la anomia, básicamente porque el Estado no genera las normas necesarias para proveer a las aspiraciones sociales. Y por fin, la construcción de la identidad social es inequívocamente de resistencia, porque el único objetivo común de buena parte de los individuos de estos sectores sociales es simplemente sobrevivir.
El cóctel de tales condiciones produce una situación descontrolada. Vayamos mas puntualmente a hechos y ejemplos que permitan determinar la aplicabilidad de todo lo desarrollado. En la figura geométrica que dibujan la Avenida General Paz, el Camino de Cintura, la Ruta 8 y la Autopista Panamericana, en la zona noroeste del Gran Buenos Aires, hay ocho asentamientos de emergencia o villas.
Esos territorios no gozan del mismo poder estatal orgánico que se observa apenas cruzando la general Paz o en La Plata, o en San Isidro. En cada una de esas “villas” no ingresa la policía del Estado. Con variadas excusas, válidas o no, el órgano estatal encargado de ejercer la violencia legítima interna, se ha retirado. El diseño urbano de dichos asentamientos complica el accionar policial y facilita el accionar delictivo, por lo que la opción tomada por el estado fue abandonar sus funciones en tales territorios. Así las cosas el poder estatal no de derecho pero si de hecho, es ejercido en cada una de esas “villas” por bandas de delincuentes que gozan del monopolio del uso de la fuerza, dirimen conflictos internos entre vecinos (aplicando su concepto de Justicia), dictan las reglas de convivencia social, y hasta administran el producto económico del dinero obtenido por vías ilícitas, como el narcotráfico, los secuestros extorsivos, los robos o lo que sea.
Incluso se produce un fenómeno de marginación similar al que produjo el Estado de Democracia Tardía que llevo a la aparición de este fenómeno. Todos aquellos que participan del “negocio” delictivo de la banda dominante esta incluído en el grupo social, puede crecer económicamente y dentro de la escala de mandos y desarrollarse personalmente, y hasta aspirar a mudarse a un barrio mejor. Quien esta por fuera, intenta mantener los principios sociales del Estado que abandonó su lugar y respetar sus leyes, es marginado por el pequeño estado de su “villa” como por el Estado exterior de derecho, y carece de toda aspiración. Conseguir trabajo en el afuera es una aventura. Se accede diariamente a casos de personas que habitan alguna de estas “villas” que intentaron (por ejemplo) obtener trabajo como albañiles en alguna obra en construcción y cuando se les requirió su domicilio fueron rechazados, porque “ahí son todos delincuentes”. Por lo tanto el abandono del Estado de Derecho de sus funciones específicas no solo libera las manos de los delincuentes actuales, sino que genera un impulso hacia el delito, aún de quienes se resisten a abrazarlo.
Estas bandas que implican el poder estatal en cada uno de tales asentamientos han ido creciendo económicamente como producto especialmente del tráfico de drogas, y también de los otros delitos. Esto genera la necesidad de expansión territorial como producto de la expansión económica. Así las cosas, las bandas que manejan las villas empiezan a chocar entre ellas, con el objetivo de dominarse. Es decir, el Leviatán de Hobbes, que aparecerá cuando uno de los sectores en pugna se imponga sobre los demás.
Vale la pena ilustrar la cuestión con un caso en particular. La banda que maneja los destinos de la “Villa La Korea” recibió un pedido desde Europa para la exportación de determinada cantidad de cocaína, con la que no contaba. Pero el negocio era muy importante en términos financieros y decidieron no perderlo, especialmente porque contaban con información de que, la banda maneja la “Villa Carlos Gardel” sin contaba con los “insumos exportables”. En lugar de acordar y compartir las ganancias, en esta necesidad de imponerse uno sobre el otro, decidieron secuestrar al líder de la Carlos Gardel. Un sujeto temible apodado “Mameluco”, y canjearlo por la cocaína.
El saldo fue trágico. Como producto de la extorsión los seguidores de “Mameluco” simularon aceptar el pedido y en el momento de canjear a su jefe por la droga, se produjo una balacera que terminó con la vida de “Mameluco” y otros tres integrantes de su banda que consiguieron retener la cocaína. El estado de naturaleza puro.

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