miércoles, 12 de marzo de 2008

CONCEPTOS ENCONTRADOS Y NEODEMOCRACIA


*Por Horacio Minotti

El término democracia propiamente dicho ha sido utilizado con las mas diversas acepciones durante el siglo pasado. Si bien es cierto que la mayoría fue bastante distorsiva de su significado literal, la mas aceptada y correcta es aquella que la señala como una cualidad del término “república”. Un república democrática era entonces el término compuesto que identificaba determinada forma de gobierno con división de poderes y control entre los mismos, que a su vez garantizaba la suficiente participación ciudadana como para que ese sistema se considerara una suerte de ejercicio popular de soberanía palpable sobre si y sus destinos.
El establecimiento de ciertos gobiernos de corte dictatorial, varios de ellos con régimen socio-comunista a partir de la segunda década del siglo XX, hizo nacer el término de “democracias liberales” para diferenciarse de tales regímenes. Si bien este otro término compuesto trae ya aparejado un conflicto interno, dado que la democracia implica la igualdad de los ciudadanos ante la ley, y el liberalismo podría entenderse como el grupo de derechos del hombre sobre si mismo, y en definitiva no son pocas las ocasiones en que ambos principios pueden colisionar, armonizar el término parece mas una cuestión de organización social que de antagonismo.
Sin embargo, mas allá de la mitad del siglo pasado comenzó a utilizarse otro término compuesto, con un mayor sentido económicista que pretendió marcar las diferencias con los regímenes comunistas desde dos puntos de vista. Me refiero al término “democracia capitalista”, frente a la Unión Soviética y sus aliados, políticamente totalitarios, y económicamente con pretensión marxista.
La utilización de esta composición semántica, debió ponerse en cuestión rápidamente de no haberse transformado en uno de los símbolos de una guerra fría extensa y atroz. Esto sencillamente porque ambos términos son contradictorios per se, y se colisionan por donde se los mire. Si por democracia entendemos un sistema en el cuál no solo hay igualdad ante la ley, sino que además, en tanto calificativo de república, implica que las personas participan en las decisiones de los temas que le conciernen, no puede conjugarse jamás con otro término que implica en principio, que la mayoría de la sociedad debe proveer al enriquecimiento de aquellos que detentan el poder económico, con el fin de que se provoque un derrame que a la larga beneficie a todos. Ni igualdad ni participación real.
El sistema capitalista, en lenguaje sencillo, implica que la satisfacción primordial que puede proveer la sociedad, es hacia aquellos con posibilidades de invertir. Esto así, dado que si sus necesidades no fuesen satisfechas, no habrá producción, por lo tanto no se generará trabajo, ni existirán beneficios sociales, ni medio de supervivencia social ninguno. Esto es capitalismo, pero poco tiene de democrático y ni hacer mención de liberal. ¿Como ser libre para custodiar los propios derechos cuando resulta primordial para sobrevivir, custodiar primero los de aquellos que en definitiva son los “administradores” de la sociedad?. Por el contrario, el capitalismo obliga a posponer los propios derechos y cuestiona abiertamente la cantidad de participación individual en las decisiones colectivas.
Para comienzos del siglo XX, cuando la mayoría de las decisiones políticas y económicas se concentraban en manos de los Estados, la participación plena en la elección de autoridades estatales, garantizaba cierto grado de democracia interesante. Más, a partir de los ’60 en adelante, la aceleración tecnológica, en materia de comunicaciones, la ampliación del mundo de los negocios, la conformación de conglomerados empresarios y económicos de magnitud superior al de los propios Estados, hace que la elección de autoridades estatales mediante “democracia”, sea la selección de un “factotum” de poder de calidad inferior. El capitalismo mas la tecnología de comunicaciones proveen a ese crecimiento interestatal de monstruos económicos. Y esto sin hacer valoraciones. No ponemos aquí en cuestión moralinas tales como “esta bien” o “esta mal”, simplemente es.
Hoy, al votar a sus autoridades estatales, la sociedad esta eligiendo a una ínfima parte de quienes los gobiernan, porque si el Estado pretende ser capitalista deberá dejar librado al mercado, por ejemplo, el precio de la papa. Pero “el mercado” no existe, es un entelequia que esconde que un grupo de capitalistas productores de papa, que sumados a los que las transportan y quienes las despachan, fijan el precio de la papa que deberá pagar la mayoría de la gente. Y en ese caso poco habrá elegido la gente de su destino, seguramente querrá pagar menos la papa, pero si vive en una “democracia capitalista” no habrá quien abogue a favor de obtener un mejor precio para la papa.
Por otro lado, el ejercicio de no consumir papa para influir en el mercado de forma tal que los productores de papa se vean obligados a bajar el precio, requiere de un estado avanzado de “democracia semi-directa” que aún esta en ciernes. Es decir, una participación social ultraactiva y organizada, que permita que la toma de decisiones no se limite a la elección de autoridades. Es decir, que vaya mas allá del mandato constitucional de que “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”, es decir una “democracia representativa”, como la nuestra y la de la mayoría.
Por ende, “democracia” y “capitalismo” son términos incompatibles, que sirvieron para simbolizar una época y a una de las partes de la gran batalla del siglo XX, pero terminada esa lid, el término es deliberadamente engañoso.

¿Y AHORA?
Estos son tiempos de una neodemocracia. Al menos en lo que se refiere a la terminología que acompañaba el concepto en todos los casos. La mayoría de las organizaciones estatales ha abandonado la democracia capitalista, por convicción o por la fuerza, cuando grupos de ciudadanos mas o menos organizados, han avanzado con la amenaza de una democracia semi-directa. Los Estados han recuperado cierto grado de control sobre la economía de forma tal de que el avance de este grupo de ciudadanos quede tan solo en una luz de alerta: no hace falta ir mas allá, los ciudadanos encuentran respaldo en sus representantes elegidos por el voto.
Esto soluciona por ahora, una eventual ruptura del sistema. Como el keynesianismo evitó por los años ’30 la ruptura del capitalismo porque lo adaptó a las nuevas necesidades, esta neodemocracia representativa de presión con acción latente, elude la ruptura de un sistema al que no se han encontrado aún alternativas superadoras.
Nada hay a la vista mejor que la democracia, pero ha entrado en severa crisis por su combinación con un sistema incompatible, y por ende, debe controlarse ese sistema con una contraofensiva democrática, por vías inusuales o heterodoxas si se tiene en cuanta que durante el siglo XX, la democracia fue solo “representativa”, y que las antiguas democracias directas estuvieron viciadas de la no participación del 80% de la población (como en la antigua Gracia por caso).
Eso parece ser la neodemocracia, un sistema de alerta prodemocrático para enfrentar su combinación con “capitalismo”, y hacer retroceder mediante a este último, mediante la presión de acción democrática directa por parte de los ciudadanos, vigilantes de que se custodien sus derechos, bajo apercibimiento al Estado de tomar en sus manos el ejercicio de sus propios derechos, rescindiendo el contrato social roussouniano que implicaba la cesión de cierta porción de derechos al Estado para que este los regule y organice.
La “neodemocracia participativa”, hace retroceder a la “democracia capitalista”, con la amenaza a las organizaciones estatales de desbordar la “democracia participativa”, transformándola en una "democracia cuasidierecta o preanárquica". Suena evolutivo.

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