domingo, 23 de marzo de 2008

AQUELLA PASCUA DEL '87


*Por Horacio Minotti

La Pascuas generan en los cristianos practicantes un momento de reflexión especial, de balances, de admiración y devoción por El Salvador, y de espanto por lo que los seres humanos somos capaces de hacer. Los que padecemos de una fe absolutamente quebrantable, vacilante y poco ortodoxa nos vemos menos influídos por la fecha.
Sin embargo, en el caso de la Pascua, aquellos que rondamos los 40 y estamos cerca de la actividad política, no podemos olvidar aquella Pascua de 1987. Menos los que militabamos en aquel radicalismo distinto de los ochenta, cuando con Raúl Alfonsín a la cabeza, se ejercía el poder, se aspiraba a él. No se miraba con resignación como gobernaba el peronismo, no se conspiraba con sectores militares, no se tenía complejo de inferioridad política frente al partido del General ya sin el General. Era otro radicalismo, con un liderazgo distinto.
Perdón por la añoranza, fue inevitable. Como lo es poner puntos sobre ies, respecto de los hechos de entonces. Alfonsín fue vituperado y maltratado después de aquellos días. Vamos paso por paso. Se procedió institucionalmente. Se requiero al Ejército regular que intime rendición a los rebeldes y proceda a reducirlos. Los uniformados no cumplieron su deber. Se evitó que los civiles se dirigieran masivamente a Campo de Mayo como era la intención, lo que hubiese significado un riesgo gravísimo para la democracia y la paz social. El presidente en persona fue a intimar la rendición SOLO, rodeado de caras pintadas, armas y amenaza de violencia, con militares supuestamente leales sin actuar y a la expectativa, viendo de cada lado convenía ponerse.
Negoció claro, ¿Qué otra cosa podía hacer? ¡¡¡Era 1987!!! Que sencillo resulta ser guapo ahora, con militares sin armas, sin sueldos y sin vocación de poder, desde hace 20 años. Había que sobrevellevar aquella situación, hacer subsistir una democracia débil y endeble, proteger a una sociedad todavía efervescente, y mientras tanto, soportar los embates de un peronismo sensibilizado por la derrota del ’83, todavía “un poquitín golpista” (véase 1989 y 2001), con los capos sindicales que habían arreglado con Massera, a paro y paro.
Hubo errores a montones, ambiciones desmedidas, corruptos, y unos cuantos “radicales de pura cepa” que tendían a salir corriendo cada vez que la cosa se complicaba. Pero el juicio de la historia va a ser muy generoso con aquel gobierno. Tal vez no tanto con Alfonsín. El viejo caudillo no fue justo con si mismo después, ya caído su gobierno. Armó una estructura como la que había derrotado en 1983. El alfonsinismo posterior al ’89 es similar al balbinisimo que se había derrotado unos años antes. Una pequeña burocracia partidaria manteniendo el poder para capturar un ínfimo caudal de votos, impidiendo la renovación necesaria para volver a ser opción electoral. Todo ello con tal de no perder una supuesta influencia cada vez menor y mas decadente.
Esto sin contar la “colaboración” aunque fuese indirecta dada por el ex presidente, para conspirar contra el gobierno constitucional de Fernando De la Rúa. Una pena, Alfonsín conspiró contra si mismo en cada uno de esos actos, contra su nombre y su lugar en la historia. Pero aquel gobierno tuvo rasgos de heroico. Combatió la crisis económica y social dejada por los militares. Juzgó a las juntas a cara descubierta y a un año de asumir, con el golpe siempre latente. Los hechos de semana santa del ’87 también lo fueron, como el intento de democratización sindical del ’84 o el presidente subiéndose al púlpito de la vicaría castrense para replicar a un sacerdote promilitar que acusaba a su gobierno de corrupto. “Si alguno de los presentes conoce algún acto de corrupción concreto que lo diga ahora”, bramó el presidente frente a los conspiradores, después de haber desplazado al sacerdote del púlpito. Eran épocas donde tener “huevos”, era pura y llanamente “tener huevos”. Ahora es mas fácil.
Lo digo mientras estos días de Pascua me recuerdan la retirada aquel domingo, luego que Alfonsín dijera aquella frase usada hoy casi como burla: “regresen a sus casas, la casa esta en orden, felices pascuas”. Mientras nos retirabamos, los militantes mas activos (y físicamente mas grandes) armamos un cordón que encerró al resto para ir seguros y sin desbordes hasta el Comité Capital de la calle Tucumán y desconcentrar de allí.
En el camino, un militante inequívocamente de la izquierda dura, me eligió para increparme: “no se que festejan, el hijo de puta de Alfonsín arreglo, es un viejo hijo de puta”, me espetó. Cuando me solté del cordón para abalanzarse sobre él, dos brazos me tomaron de atrás.
Era un amigo de Franja, uno de aquellos con los que empecé mi militancia, uno que luego tuvo algún que otro cargo importante, pero que a esta altura no vale la pena ni mencionar. Le fue bien creo, o muy mal, depende como se lo mire. Me deje contener y volví al cordón. Hoy me arrepiento por partida doble. Debí acomodarle una piña a cada uno.
Salio desprolijo el articulo, pero no encuentro la manera de darle una forma mas coherente. Lo que es seguro es que es apasionado. Mas bien un rejunte de borbotones pasionales de politica. Pero no reniego, son de esos que le estan faltando a la politica de estos dias, tan fria, tan...capitalista, y casi siempre, tan cobarde.

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