lunes, 2 de abril de 2007

MALVINAS, HISTORIAS EN PARALELO

* Por Horacio Minotti

La vida político-social argentina se caracterizó siempre por las historias en paralelo. Por un lado la historias del conjunto de individuos, de esa comunidad heterogénea que algunos aventurados se arriesgan a llamar "sociedad argentina", y sus dirigentes, electos o no, por otro lado, como diría Alejandro Dolina, tomando el "lamentable rumbo de los tomates".
Así fue casi siempre, con excepción de los primeros dos gobiernos de Juan Domingo Perón, cuando por lo menos se pudo interpretar el pensamiento, las necesidades y las aspiraciones de una parte de la sociedad, sin olvidar que el mismo gobierno ni quiera tomo en cuenta los mismos aspectos de la parte del conjunto que quedo fuera.
Pero en 1982, mas precisamente durante la guerra de Malvinas, esa dictomía dirigencia-conjunto de individuos, quedo dramáticamente plasmada, y hoy 25 años después a todos nos asalta el desconcierto, como entonces.
Porque no sabemos bien si recordar, con pesar pero con orgullo a aquellos valientes soldados que dieron su vida, sus miembros, su salud mental, en pos de lo que todos creemos nuestro, ese ínfimo trozo de territorio añorado, esa cuenta pendiente. Con convicción y valentía fueron a dar su vida por él, desarmados, sin indumentaria adecuada y sin alimento, enfrentaron a soldados profesionales, tecnológicamente superiores, entrenados; y fueron heroicos, resultaron un profundo orgullo para nuestro pueblo, esos hoy ex combatientes de Malvinas que olvidados, pugnan por un reconocimiento. Curioso, olvidados por los dirigentes de la democracia, y condenados a su destino por los dirigientes de la dictadura.
La otra opción, el sentimiento encontrado es recordar la pantomima, la burla en la que muchos cayeron sin entender, el general borracho en el balcón de la Casa Rosada pidiendo por el principito, el conductor del noticiero oficial que hasta un día antes de la rendición aseguraba que "vamos ganando", las miles de colectas, los programas omnibus de Pinky y Cacho Fontana recaudando fondos para los soldados, todo lo cual jamás les llegó, y nunca supimos con precisión quien se lo robo. El canciller rengo Nicanor Costa Mendez negociando lo innegociable y pretendiendo obtener el apoyo de los Estados Unidos, para luchar contra la corona británica, al menos una locura en el mejor de los casos.
Una enorme payasada para engañar al pueblo que apenas duro dos meses hasta una previsible rendición. Una desilución mas, pero con muertos y mutilados, la excusa de una dictadura que al desmoronarse, inventa una guerra para sobrevivir. Solo que el exceso de alcohol llevó a inventar una guerra contra Gran Bretaña, la sublimación de la locura.
El dilema del conjunto de individuos de esta Argentina es que recordar, si sentir orgullo o bronca, reconocimiento o frustración, cobijo al combatiente o rechazo al dictador despreciable que nos engaño. En todo caso será legítimo sentir ambas cosas, pero hagamos un esfuerzo porque predomine el orgullo por aquellos que combatieron por nosotros, al cabo los dictadores han sido vencidos, con alto costo es cierto, pero ya no están, mientras que aquellos que merecen nuestro reconocimiento aún bregan por él, muchos sin brazos, sin piernas o fuera de sus cabales, tenemos una deuda pendiente con ellos, como ensayo de sociedad que somos.

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