viernes, 20 de junio de 2008

CAPITALISMO K, SIN SORPRESAS


LA PRESIDENTA ENSAYANDO ESQUI

•Por Horacio Minotti

La presidenta Cristina Fernández se sorprendía en su discurso en la Plaza de Mayo, cuando explicaba que cuatro personas decidían quienes pasaban y quienes no por las rutas argentinas, en obvia alusión a los dirigentes de las entidades agropecuarias en combate con el gobierno.
No es intención de estas líneas meterse en el debate puntual entre campo y gobierno, sino privar de su sorpresa por este medio a la Señora Presidenta. Esa influencia de grupos de poder, a los que Usted menciona como que “no los eligió nadie”, es propio del sistema político-económico llamado contradictoriamente “democracia capitalista”.
Ya en un artículo anterior se destacó lo contradictorio de este término compuesto, por lo que tampoco en ello vamos a detenernos ahora, salvo para decir que el capitalismo privilegia necesariamente la influencia de grupos de poder en la vida política que no han sido elegidos por nadie, o mejor, tan solo por un sector, y que influyen decisivamente en la vida del conjunto, sin que la mayoría pueda determinar o no, su participación en su propia vida.
Según Noam Chomsky, pensador y lingüista norteamericano “…aquellos forzados a venderse a los propietarios del capital para sobrevivir, están privados de uno de los derechos mas fundamentales, el derecho al trabajo productivo, creativo y satisfactorio bajo control propio y en solidaridad de los demás. Y bajo la coerción de la democracia capitalista, la necesidad mas importante es la satisfacción de las necesidades de quienes pueden invertir; si sus demandas no son satisfechas, no habrá producción, ni trabajo, servicios sociales o medios de supervivencia…”.
Es evidente lo de Chomsky, pero vamos mas allá. Una sociedad es libre y democrática, de acuerdo a los esquemas de pensamiento tradicionales, mientras el poder de coerción del Estado esté limitado. Pero de un tiempo a esta parte, es evidente que el Estado es solo uno de los componentes del complejo de poder. El control del mercado, la producción, la inversión, etcéteras varios, están en manos privadas y reflejan los intereses de sus propietarios.
En ese contexto, la función del ciudadano esta bien descripta por el periodista norteamericano Walter Lippman, que dice que el público “no razona, no investiga, no inventa, no convence, no pacta ni negocia, solo actúa tomando partido por alguien que se encuentra en posición de actuar ejecutivamente”. No está tal frase muy lejos de nuestro postulado constitucional: “El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”. La función del ciudadano de a pie es la de un espectador interesado que no participa, sino que elije para ello a un hombre responsable, o mujer en el caso de nuestra Presidenta.
En este esquema los poderes legislativos, son objeto de las mismas críticas que el Ejecutivo y el Judicial. De acuerdo a Robert Brady, los tres se encuentran en “la cumbre de una pirámide, sin control alguno por parte de la base. A medida que el poder privado crece y se amplía, se transforma en una fuerza colectiva tan potente y conciente políticamente que generan los mecanismos necesarios para hacer que el público adopte el punto de vista de quienes controlan la pirámide”. Thomas Jefferson advertía antes de morir, que las instituciones bancarias y compañías financieras, de no ser contenidas, se convertirían en una forma de absolutismo que destruiría el sueño de la revolución democrática.
Así las cosas, en el sistema de democracia capitalista, los grupos de poder, como en el caso argentino el sector agropecuario por su potencia económica, tienen influencia decisiva en los rumbos sociales. En muchos casos a las par de los Estados, y en algunos por sobre ellos, especialmente cuando su poder es transnacional.
El pueblo percibe todo ello, y si bien no reniega en delegar la administración y la legislación en sus representantes, pero exige cada vez mas activamente nuevas formas de participación, porque percibe que sus intereses genuinos no coinciden enteramente con los de los grupos de poder, y muchas veces ni siquiera con los gobernantes que selecciona demasiado periódicamente. Por lo tanto avanza a la búsqueda de mecanismos de control populares y llanos, por fuera de la pirámide mencionada. No de gobierno, pero si de control.
Por esto Señora Presidenta no se sorprenda porque gente no elegida por el pueblo condiciona el paso en las rutas. Los piqueteros que Ud. avalaba también lo hacían, porque constituyen otro grupo de poder, no económico pero si de hecho, y Ud. misma es producto de este sistema del que reniega, pero por el cual fue elegida y sostenida en el poder. No hubo un solo gesto durante todo el gobierno de Néstor Kirchner, y menos aún durante el de Cristina Fernández que permita pensar que se piensa en otras opciones distintas a la democracia capitalista. No esta ni bien ni mal, pero no se puede renegar del sistema que lo sostiene a uno.

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